Sant Andreu de Clarà
Situada en lo alto de un cerro, concretamente en el contrafuerte de la sierra que separa el río Cardener del río Segre, la iglesia de Sant Andreu de Clarà tiene su origen en la época medieval, pero el aspecto que presenta actualmente es fruto de las reformas que se hicieron en el siglo XVIII. Entonces la nave originaria, cubierta con bóveda de cañón apuntada, quedó flanqueada por capillas laterales y probablemente se alargó por la parte de poniente, donde se construyó el coro.
Estas reformas permitieron abastecer la iglesia de nuevos altares y vivificar el culto. A ambos lados del ábside se instalaron los altares de san Francisco, en el lado de la epístola, y del Sagrado Corazón, en el lado del evangelio, ambos ataviados con retablos ochocentistas de arquitectura neoclásica, la policromía de los cuales imita mármoles y jaspes de colores. En la capilla lateral sur hay también el de la Virgen de los Dolores, que presenta un bonito frontal de altar obrado con baldosas policromadas.
El retablo mayor (dedicado a san Andrés)
En el altar mayor del templo se optó por dejar el retablo elaborado en 1662 por el escultor Feliu Vidal y el pintor y dorador Josep Bordons. Se estructura mediante la arquitectura clasicista habitual en los retablos catalanes desde finales del siglo XVI, revestida de un variado repertorio ornamental. Tiene dos cuerpos (piso principal y ático) que se elevan sobre un pedestal que muestra en las puertas las imágenes en relieve de los santos Pedro y Pablo. En el centro, sobre las gradas del altar, está el sagrario-manifestador, en la parte de arriba, vemos la figura del patrón, san Andrés. Tanto esta talla como las de san José y san Isidro son del siglo XX, mientras que las dos que ocupan las hornacinas laterales superiores son seiscentistas, pero seguramente aprovechadas de otro retablo en sustitución de las originales, hoy perdidas. Sólo la escultura de san Jaime parece haber sobrevivido del conjunto primigenio; así como los dos relieves del bancal, con una historia de la llamada de los apóstoles Pedro y Andrés y una representación llena de encanto de un milagro de san Jaime que no sabemos descifrar.