Iglesia Barroca de Sant Pere de Madrona

Erigida entre los años 1771 y 1776 por el maestro Jaume Fornell, de Tentellatge, la iglesia nueva de Sant Pere de Madrona se alza imponente al noroeste del término municipal en medio de frondosos bosques de pinaza, pinos blancos y encinas, en un cerro que precede el que actualmente coronan los restos del castillo y el templo románico fechado desde el siglo IX.

La arquitectura

La arquitectura de la iglesia es especialmente remarcable. La morfología de la fachada de coronamiento curvilíneo, es característica del barroco catalán del siglo XVIII y se representa próxima a los modelos arquitectónicos surgidos del taller artesano de Vic, los Morató. La estructuración del espacio interior recuerda a los templos jesuitas, como la antigua iglesia de Belén de Barcelona o la de Sant Ignasi de Manresa. Igual que en estas, se organiza con una nave central articulada con pilastras que sostienen un vigoroso cornisamento y flanqueada por capillas laterales practicables sobre las cuales encontramos el pasillo de tribunas, que en el caso de Madrona se abren al espacio central a través de una bóveda de cañón con bovedillas en las ventanas, y la cuenca absidal, como es común en esta tipología jesuita, muestra una gran concha, que parece irradiar desde la cúspide del retablo mayor. Este se podría fechar a principios de siglo XIX y responde al gusto académico.

Los retablos de las capillas laterales.

Mucho más antiguas, quizás de principios del XVIII, y procedentes de la antigua parroquia, son los tres pequeños retablos de tipología salomónica de las capillas laterales, presididos por imágenes que se añadieron durante el siglo XX. Parecen contemporáneos y elaborados por la misma mano: la de un escultor remarcable si lo juzgamos por el ingenio del diseño y la desenvoltura de las figuritas de los pedestales. Los demás retablos, dedicados a la Virgen del Rosario, al Cristo Crucificado y a santa Madrona, tienen un diseño arquitectónico de estilo y elementos neoclásicos- especialmente valiosos por tratarse de la última tipología de la retablística catalana- y se pueden fechar en el mismo momento de la construcción del retablo mayor de la nueva iglesia.

La pintura mural del interior del templo.

Una de las características más sorprendentes del interior de la iglesia es la policromía que decora la totalidad de los muros y de los elementos arquitectónicos imitando veteados y mármoles de colores y presentando una serie de originalísimas grisallas de  autor desconocido, que en la nave principal representan los doce apóstoles junto con un misterioso jeroglífico en la espalda del púlpito.

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